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El tigre blanco




Ganador del Man Booker Prize, 2008. El autor, Aravind Adiga, nació en Madras en 1974 y posee un gran palmarés educacional (Columbia University, New York; Magdalen College, Oxford).

La denominación de la novela alude a las economías asiáticas, los "tigres". Lo mejor del relato, su sarcasmo. Junto a la forma (la carta), el humor negro y el protagonista, recuerda a una obra maestra de la literatura: el Lazarillo.
Narrada en primera persona, se trata de una carta de Balram, el protagonista, al primer ministro chino Wen Jiabao. Balram le cuenta cómo ha llegado a convertirse en un hombre, es decir, en un hombre libre o empresario dueño de una compañía de taxis.
El Tigre Blanco es él, anomalía salvaje del sistema de castas. Sólo a través del asesinato y el robo ha podido escapar de ese sistema inhumano, apodado el Gallinero o Rooster Coop. Sólo matando a su amo y robándole ha podido pasar de la Oscuridad a la Luz.

Balram nace en un pequeño pueblo en una región que llama La Oscuridad, miembro de la casta de los Halwai o “hacedores de dulces”. Está por tanto condenado a la pobreza. Los terratenientes a los que sirven su familia son unos hijos de puta inmisericordes y corruptos. Balram no quiere ser pobre. Se le niega la educación, a pesar de su inteligencia, y se le obliga a trabajar desde niño; es llevado a servir a la ciudad, la Luz, donde desde una ínfima posición logra con astucias convertirse en chófer de sus amos.

La rabia del protagonista crece a lo largo de la novela. Lleva y trae a sus amos por la ciudad (es su chófer), escucha sus conversaciones, observa sus movimientos. Él mismo conversa consigo mismo, como Travis, en la soledad de su coche. Es posible que haya enloquecido, de tanta soledad y tanta rabia. La mujer americana de su occidentalizado amo atropella a un niño y se le quiere cargar con la culpa y la cárcel. Para salvar a un miembro de la casta dominante, los amos son capaces de acabar con la vida de varios de sus sirvientes. Es la explotación máxima, la que implica la propia vida.

Balram tiene un sexto sentido para la rebelión. Hay dos Indias en su país. El fantasma del comunismo se encarna en las guerrillas de los Naxals. Pero el tipo sólo quiere acabar con su amo y hacerse él mismo otro amo. La lectura puede hacerse, claro, en clave hegeliana. "Para convertirme en hombre antes tuve que ser un asesino". El mismo personaje se compara al Diablo. Non serviam. ¿Cinismo? ¿Trazos narrativos nietzscheanos? Esta novela sólo es comprensible en la lógica del capitalismo salvaje, feroz. Sabe que su familia será asesinada en venganza y a pesar de ello comete el crimen.

El autor logra que simpatices con el personaje y eso es quizás debido al monólogo, algo posible, como explica Robert Langbaum en The Poetry of Experience (1957).

"The story of a poor man's life is written on his body, in a sharp pen", la historia de la vida de un hombre pobre se escribe en su cuerpo con lápiz afilado. Balram no tiene nada salvo su cuerpo, como el Lazarillo. ¿Por qué tener piedad de su amo? ¿Dónde queda la moral cuando la explotación es tan brutal?  Hay muchas maneras de matar a una persona. A lo peor, narrar la muerte del Amo sea la única forma de acabar con él cuando no hay alternativa. Que le pregunten a Balram.

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