En dos ocasiones, los asistentes aplauden a Protágoras. La primera vez, tras afirmar este que "el bien es variado y multiforme", explicando que lo que es bueno para alguien puede no serlo para otro. El filósofo de Abdera confrontaba en ese momento la creencia socrática en un "a priori" de la virtud y la justicia. La segunda sucede tras el comentario al poema de Simónides, que impresiona al mismo Sócrates, si es que no es irónico también aquí.
Alguien me dijo una vez que Protágoras vencía a Sócrates en el diálogo que lleva su nombre. "No lo creo", dije, "al fin y al cabo lo escribió Platón". El hijo de Aristón y Perictione fue uno de los enemigos más feroces, y más inteligentes, de la democracia directa. Y es cierto: los aplausos a Protágoras son los de la multitud embobada por la opinión, y su sonido podría ser el de los espectadores del teatro durante las Grandes Dionisias; o el de los hombres ciegos en la caverna de las sombras. Platón es profundo, pero no te engañes. El filósofo platónico no busca los aplausos de la multitud.
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