[Imagen: Napoleoraptor. TheRaf]
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La clave en los dos
trabajos de Escobar que hemos comentado es la palabra "expresión": los escritores expresan sentimientos e ideología que plasman en sus textos, los cuales a su vez expresan ideología y sentimientos. Al
inicio, citando a las auctoritates Bajtín y Medvedev, el autor hablaba de un "entorno ideológico". La verdad es que eso puede ser cualquier cosa y se puede leer de mil maneras: ¿entorno del texto, de los autores, los lectores?, ¿ideología moral, política, literaria, de clase? Los textos, se nos dice, son expresión de ideología de clase, pero es imposible que Escobar creyera posible que los textos se escribieran solos. También da a entender que los textos expresan más cosas que una ideología de clase. La sensación, pese a que lo que se plantea es cierto, es de reducción, de esquematismo.
Desde el inicio nos hemos encontrado con el concepto de ideología, sobre el que tanto se ha escrito y discutido desde el siglo XVIII en adelante y que forma una parte importante del dispositivo teórico y filosófico de la tradición marxista. El término ha sido materia de trabajo sobre todo en la tradición que el historiador británico Perry Anderson llamó a finales de los años setenta el marxismo occidental, y a cuyo análisis dedicó varios libros. En esta tradición del "marxismo occidental" se insertan los trabajos de Escobar, dentro del campo del hispanismo, al menos los dos artículos comentados (la carrera universitaria de un individuo es muy larga y no es imposible que modificara sus elecciones teóricas en algún momento; ver en BVMC su página en "figuras del hispanismo": José Escobar Arronis (1933-2008)).
Desde el inicio nos hemos encontrado con el concepto de ideología, sobre el que tanto se ha escrito y discutido desde el siglo XVIII en adelante y que forma una parte importante del dispositivo teórico y filosófico de la tradición marxista. El término ha sido materia de trabajo sobre todo en la tradición que el historiador británico Perry Anderson llamó a finales de los años setenta el marxismo occidental, y a cuyo análisis dedicó varios libros. En esta tradición del "marxismo occidental" se insertan los trabajos de Escobar, dentro del campo del hispanismo, al menos los dos artículos comentados (la carrera universitaria de un individuo es muy larga y no es imposible que modificara sus elecciones teóricas en algún momento; ver en BVMC su página en "figuras del hispanismo": José Escobar Arronis (1933-2008)).
Volviendo al
artículo "Romanticismo y Revolución", el caso es que, prudentemente o
por suponer que escribe para personas de su grupo sanguíneo, Escobar
no expone qué entiende por "entorno ideológico" y pasa a citar al
filósofo húngaro marxista G. Lukács: el texto (según la nota del mismo
J. Escobar) del Prólogo de 1954 a La novela
histórica (traducido por Manuel Sacristán), cuyas ideas se parecen al Lukács de El asalto a la razón (o "La destrucción
de la razón", 1954).
La lectura de Lukács
, finalmente, apuntaba al existencialismo y Heidegger, como parte de un debate importante en torno a
la toma de posición de los intelectuales tras la Segunda Guerra Mundial,
debates en los que el mismo Manuel Sacristán, filósofo marxista español
procedente del falangismo, se situaría.
(Este debate lo resume bien María Francisca Fernández en un texto sobre
M. Sacristán, aquí, y ha sido estudiado también por los filósofos y sociólogos Francisco Vázquez García y José Luis
Moreno Pestaña.)
Lukács pretende
hacer de los románticos una forma de irracionalismo que llega, a través de
Nietzsche, hasta Heidegger, para de esta forma insistir en la relación del
"pastor del Ser" (Martin Heidegger) y elnazismo. Hay un inconsciente
político en el texto de Lukács. Conociera o no José Escobar estos debates
existencialismo-irracionalismo versus
racionalismo-marxismo, intenta diversificar elromanticismo retomando la
división de este en "reaccionario" versus
"progresista", y no hay en el texto mención a su propio inconsciente
político, ni el de los teóricos quecita: posteriormente aparecen citados (como
explicamos en la entrada anterior) Balibar-Macherey, Althusser, Jameson y Ernst
Bloch (todos dentro del marxismo occidental).
Se trata de un despliegue de los textos teóricos fundamentales de aquella época
en el campo del hispanismo de izquierdas.
¿Es importante
conocer estos debates? Sí: para ver cómo ciegan algunas entradas al conocimiento
del romanticismo histórico. Un horizonte teórico (o filosófico... ¡o
ideológico!) ve unas cosas pero a veces tiene dificultades para verse a sí
mismo. Para ello se puede leer al mismo
Jameson del texto citado por Escobar: "¡Historicemos siempre!",
incluso a nosotros mismos. La construcción (o representación) presentada por
Escobar está sobredeterminada (término
de Freud, luego usado por Althusser y Bourdieu) por los debates del campo
cultural europeo de la posguerra. Es decir: que dentro del estudio del
Romanticismo de J. Escobar, había un elemento no considerado (o no mencionado) que, pese a ser productivo
científicamente, limitaba el campo de visión.
La visión en macro
de Escobar sobre el Romanticismo nos sirve para ver un mapa cognitivo (Fredric Jameson dixit) del asunto, pero pasa como con todos
los mapas: que no nos dicen demasiado de la realidad. Si uno no tiene un mapa,
se perderá, es cierto, pero si solo se mira el mapa cuando se va caminando por
una calle, nos daremos de morros contra la realidad, en forma de pared o semáforo. Piénsese lo que sucedería si solo se mira el
mapa cuando se va por una escarpada montaña o una jungla tropical.
Podemos plantearle a
J. Escobar lo siguiente: es posible que algún escritor romántico fuera un
pequeño-burgués contradictorio y confundido, reaccionario o liberal, pero eso
no significa que todos los pequeño-burgueses
sean contradictorios y confusos; tampoco todos los pequeño-burgueses
eran escritores. Por otro lado, ¿cómo puede un escritor expresar
la ideología en bloque de una formación
social (tema hegeliano del escritor-médium)? Pensar eso sí es irracional. Segundo: ¿qué "entorno ideológico" de una
creación intelectual o artística no ha sufrido malestar con respecto a los
problemas -políticos, sociales,
culturales- de su presente? Quizás la pregunta debería ser: ¿Qué distingue el
"malestar" romántico (el "mal de siglo" o
"aristocrático") de otros"malestares"anteriores? El de Durán y Lista es de signo ultracatólico. Hay, además que plantear otra cuestión
importante, resultado de la entrada de las formaciones sociales europeas en el capitalismo clásico: ¿de qué forma
influye la autonomización del mercado de los bienes simbólicos en el
advenimiento de esa "gran revolución cultural"? Los jóvenes
desplazados en busca de posición pueden ser una clave para comprender la rabia
y la pasión política (del signo que sean). Es posible que J. Escobar se refiera a estas cuestiones en otros lugares, pero este brillante trabajo no es sino una victoria conceptual pírrica.
La autonomización
del campo literario y cultural está en proceso de constitución, si bien una
figura como Larra revela independencia intelectual y creativa. Los cambios
políticos y los pactos necesarios del mismo Larra -las ambigüedades literarias
pueden entenderse como resultado de pactos de las redes- pueden ser razón de
ese desencanto y desengaño visible en muchos de sus artículos, además de su
vida personal, bastante complicada. El fracaso político y personal y las
acusaciones de oportunismo político en los fallidos intentos de carrera
política se traslucen, por ejemplo, en el famoso artículo "El día de
difuntos de 1836. Fígaro en el cementerio", en el que Madrid es presentado
como una ciudad habitada por muertos vivientes. Como explica el mismo Escobar
en la pequeña biografía de Larra de la BVMC: "Larra se presentó a las
elecciones como candidato ministerial en la provincia de Ávila, en cuya capital
vivía Dolores. Con los manejos de la Secretaría del Gobierno Civil, llegó a ser
elegido, pero el Motín de la Granja del 12 de agosto le impidió disfrutar de la
victoria y se le vino todo abajo. A la rebelión le sucede la transigencia y la
melancolía. La melancolía lleva al retraimiento. Escribe poco, pero entre los
últimos artículos de su producción periodística se hallan quizá los más
extraordinarios, los más desesperados: "El día de difuntos de 1836. Fígaro
en el cementerio", "La Noche buena de 1836. Yo y mi criado. Delirio
filosófico", "Necrología. Exequias del conde de Campo Alange",
las críticas de la antología Horas de invierno
y del drama de Juan Ignacio de Hartzenbusch, Los
amantes de Teruel."
Un trabajo del
hispanista anglosajón Russell P. Sebold (nacido en 1928) titulado "Cadalso
y Larra: una inseguridad romántica en dos tiempos" (1993), pese a su
simplicidad teórica y su insistencia en la novela familiar (el tema
familiarista del huérfano), posibilita
comprender la relación entre el origen social, las elecciones personales y la
escritura de los dos escritores. Comentaremos las fallas y aciertos de este
interesante trabajo en otra entrada.
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