A Michal Katerinjuk, de apenas 20 años, los alemanes le dieron por muerto y lo tiraron, como a los demás, a una fosa común. Le habían pegado un tiro en la cara. Pero varias horas después sus camaradas lo encontraron semiinconsciente con la mandíbula destrozada y lo llevaron a un hospital. Pasadas unas semanas, regresó al frente. Su comportamiento le valdría varias condecoraciones: flamantes chapas de oro teñidas de rojo recordando los años de lucha por el socialismo y la patria soviética.
Michal Katerinjuk se marchó de la Ucrania soviética durante la guerra para luchar en el ejército del general checoslovaco Ludvík Svoboda. El por qué marchó a Checoslovaquia y qué es lo que vio, supo o hizo durante su vida de combatiente son secretos que se llevó a la tumba (se sabe que decía saber de las circunstancias extrañas de la muerte de Jan Masaryk, hijo del primer presidente checoeslovaco y artífice de la independencia en 1918, Tomás Garrigue Masaryk).
Después de la guerra se casó, tuvo dos hijos y algunas amantes. En 1988 acudió al 45 aniversario de la batalla de Sokolovo, una de las últimas grandes batallas de tanques de la 2ª Guerra Mundial, en la que participó. Llevó entonces colgada del pecho con su nombre una banderita roja conmemorativa del evento.
Murió de viejo y dejó a sus hijos una cabaña en un bosque. Poco después de morir, su hija agarró todas las condecoraciones y las tiró a la basura. ¿Qué pudo impulsar a la hija de este orgulloso soldado ucraniano del Ejército Rojo a actuar así?
Michal era algo callado, taciturno, con una característica peculiar: le caía bien la gente con problemas. Vivió mucho tiempo en la cabaña en mitad del bosque, casi siempre solo, casi siempre en silencio, tranquilo. Aislado voluntariamente, el taciturno excombatiente, después de sobrevivir a una de las mayores carnicerías del siglo xx, pasó el resto de su vida.
Casi nunca hablaba de política. Sólo una vez hizo un comentario, cuando le preguntaron qué pensaba de la invasión de Checoslovaquia en la primavera del 68: „ty kurvy“ (“esos hijos de puta”). ¿Qué pudo impulsar a ese orgulloso soldado ucraniano a hablar así del Ejército Rojo?
En la cabaña, según su nieta, aún habita su fantasma. Un día, el reloj del comedor se paró justo en la misma hora de la muerte de su madre (hija del condecorado y silencioso soldado) y ahí se ha quedado detenido desde entonces, marcando el momento terrible: las 13:05.
La suya es una historia centroeuropea, una historia soviética. Hay millones de historias parecidas.
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A partir del libro de Miroslav Broz, Héroes de Sokolova, (publicado por el Ministerio de defensa checo, 2006):
K a t e r i n j u k (Katerinuk) Michal, nacido en Rachov, SSSR, el 14. 9. 1915 (quizás Podkarpatská Rus), llegó a la ciudad de Buzuluk (Orenbuská), donde se formó la unidad militar checa independiente en SSSR, 9. 2. 1942.
Allí aprobó el curso de instrucción para suboficiales y el curso de unidades antitanque. En los combates en Sokolova condujo una unidad antitanque. En Sokolova fue herido de gravedad. Finalizó la guerra con el grado de subteniente. Permaneció en el ejército como oficial de reserva. Se jubiló con el grado de coronel.
Condecoraciones: Cruz de guerra 1939, Estrella roja soviética, Medalla de Sokolova.
Comentarios
Terrible historia. Hay un libro que se llama "La guerra de los Ivanes" escrito por Catherine Merridale que acaba de ser traducido al español en Crítica.
http://www.marcialpons.es/fichalibro.php?id=100786641
Aún no lo he mirado pero lo tengo entre las lecturas próximas. ¿Por qué no comenzar una investigación, para la que estás perfectamente situado, sobre las formas diferentes de lectura de la experiencia del socialismo real?
Un abrazo y que la nave nostromo acabe expulsando a todo octavo pasajero.